Cuando Elena llegó a su casa de acogida a los 15 años, tras años de explotación sexual por parte de su madre y su padrastro, necesitaba supervisión en todo lo que hacía. Incluso necesitaba ayuda para ducharse, vestirse y controlar su vejiga. Era insegura y dependía completamente de sus cuidadores.
Ahora es una joven empoderada, capaz de muchas cosas. Disfruta nadando, patinando y haciendo ejercicio. Aunque todavía necesita supervisión y tiene discapacidades cognitivas que quizás nunca supere por completo, es mucho más independiente y se encarga de sus necesidades diarias por sí misma. Está radiante más que nunca, desde el día que cumplió los 18 y le dijeron que se iría a vivir con una familia de acogida, que resulta ser una persona del personal de la misma casa de refugio.
Está en una familia que no necesariamente tiene dinero extra para asumir esta responsabilidad, pero que está 100% comprometida a alimentar a "uno más". Como decimos aquí en Costa Rica, "Donde comen cuatro, comen cinco". Están comprometidos a amarla, cuidarla y animarla. Una familia llena de fe que está involucrada en la iglesia. Con un buen sentido del humor y un compromiso con lo que Dios les ponga en frente. Ojalá que nunca subestimemos el poder extravagante, valiente, del amor.